El mosquito Aedes aegypti es el principal transmisor de dengue, zika y fiebre chikungunya, tres infecciones emergentes que causan preocupación mundial.
Los mosquitos son los más eficientes transmisores de enfermedades de todo
el reino animal. Existen unas tres mil quinientas especies del
insecto en el mundo, entre las que se incluyen algunos muy temidos, por
ejemplo, los Anopheles, que diseminan la malaria. Pero ninguno exhibe la versatilidad del Aedes
aegypti, el principal vector de virus epidémicos como los que causan
dengue, zika y fiebre chikungunya. Y al que la Organización Mundial de
la Salud (OMS) ha definido como una “amenaza tenaz y oportunista”.
Originario de
África, el mosquito se ha
expandido en las últimas décadas a regiones tropicales, subtropicales y
templadas de cinco continentes. Los recientes brotes de dengue,
infección por virus del zika y fiebre chikungunya encendieron la alerta en la
Argentina y la región. “En nuestro
país, las zonas endémicas son las del norte, sobre todo, Jujuy, Salta, Misiones,
Formosa y Chaco, por su proximidad con Bolivia, Paraguay y Brasil”. Sin
embargo, desde mediados de la década del noventa, también se ha registrado la
circulación del mosquito en el área metropolitana de Buenos Aires; y hoy las
únicas provincias sin registros de su presencia son las patagónicas, excepto La
Pampa.
El mosquito deposita sus huevos, preferentemente, en agua limpia, dentro
de contenedores artificiales, como floreros, baldes o bidones. En general, se encuentra dentro de los hogares –sobre
todo, en zonas urbanas y semiurbanas, aunque puede volar entre 100 y 400 metros
de su lugar de origen. Las lluvias multiplican los espacios donde se reproducen
y lavan los productos con los que se fumiga. Aun así, se han registrado brotes
en zonas de sequía, ya que la necesidad de acumular agua proporciona
condiciones favorables para que prolifere el insecto vector.
Las hembras del mosquito son las que pican, y lo más habitual es que lo
hagan durante las primeras horas del amanecer y las últimas del atardecer. Aunque
en el hemisferio sur la mayoría de los casos de enfermedades transmitidas
por Aedes aegypti se han dado durante los primeros meses del
calendario, hay que tener en cuenta que los huevos de este
insecto sobreviven y resisten el frío, por lo que pueden eclosionar cuando
vuelve el calor.
La principal estrategia para hacerles frente a los mosquitos consiste,
entonces, en controlar su reproducción. La
recomendación básica es evitar los
criaderos en las viviendas y en sus zonas aledañas. Para esto, se
deben tapar los depósitos de agua y eliminar los elementos inservibles que
puedan acumularla y transformarse en criaderos. Realizar el descacharrado de
las viviendas y ordenar los espacios de la misma. Además, es fundamental que
las personas que viven o viajan a
regiones con circulación activa del mosquito adopten las siguientes
precauciones adicionales:
Aplicar sobre
la piel cada cinco horas repelentes con DEET al 25%. En el caso de los niños,
solo pueden usarse a partir de los dos meses en concentraciones de hasta 30% y
cada seis horas. Si bien los repelentes de insectos que contienen citronella
son útiles, brindan una protección poco duradera.
Usar mangas y
pantalones largos. Vestir, preferentemente, ropa suelta y de colores claros, y
evitar los perfumes. Usar en las habitaciones pastillas contra insectos u otros
productos similares, y, si es posible, aire acondicionado y mosquiteros de
malla fina en camas, cunas y cochecitos.
Como suele
ocurrir con otras infecciones, los
individuos más vulnerables al dengue, al zika y a la fiebre chikungunya son los
recién nacidos, los niños, los adultos mayores, las embarazadas y las personas
con enfermedades crónicas, como diabetes, insuficiencia renal, y
quienes tienen condiciones o hacen tratamientos que reducen las defensas.
Ninguna de estas enfermedades tiene un tratamiento antiviral específico, sino
que, previa consulta médica, se
indican medidas generales para aliviar los síntomas: reposo, hidratación y
paracetamol (pero no aspirina, ibuprofeno ni otros antiinflamatorios).
Y, si bien comparten estas características y las transmite el mismo vector,
existen otros aspectos que distinguen a estas infecciones desde sus orígenes.
Dengue
En 1801, la
infanta María Luisa de España contrajo dengue y lo describió en una carta como
“el resfriado de moda”. En efecto, las primeras epidemias reconocidas datan de
fines del siglo XVIII, pero su expansión global es más reciente: de acuerdo con
la OMS, la incidencia de casos creció 30 veces en los últimos 50 años; y se
estima que, anualmente, ocurren hasta 400 millones de nuevas infecciones. Es endémico en 100 países y
amenaza a la mitad de la población del planeta.
En temporada
estival, los brotes de dengue se anticipan por las vacaciones de verano,
fundamentalmente, aumenta el flujo de viajeros desde y hacia zonas con
circulación viral del país y de países limítrofes (en especial, Brasil, Paraguay
y Bolivia). Y esto favorece una mayor circulación del virus en nuestro
territorio nacional. También contribuyen el aumento de la temperatura y de las
precipitaciones como consecuencia de El Niño, y las inundaciones que este
fenómeno ocasiona en las provincias del litoral y otras.
El dengue
suele cursar con fiebre alta, dolor de cabeza y dolor articular. La mayoría de los casos son leves, pero
deben ser controlados. Por lo menos cada 48 horas se debe hacer un hemograma porque permite la detección temprana de quién
puede desarrollar una fase más severa o dengue grave, antes llamado
“dengue hemorrágico”.
Zika
Hace casi
setenta años, en 1947, un grupo de científicos aisló un nuevo virus que infectaba
a monos. Lo bautizaron “Virus del Zika”, por el nombre del bosque tropical
donde lo encontraron, a 23 kilómetros de la capital de Uganda, Kampala. Y en
1952 se reconocieron los primeros casos de infección en humanos en ese país y
en Tanzania.
Sin embargo,
el virus del Zika nunca había motivado mayores preocupaciones de las
autoridades sanitarias. Se lo consideraba benigno y de circulación restringida
en una estrecha franja ecuatorial de África y Asia. Hasta 2007, solo se habían
registrado 14 casos de la infección documentados en humanos, todos ellos con
síntomas leves y recuperación completa.
Pero ese año y
en 2013, se desataron brotes en islas del Pacífico. Y en mayo de 2015, Brasil confirmó la circulación local del virus y miles
de afectados. Apenas un año después, 39 países y territorios de las Américas ya
habían reportado casos autóctonos de la infección. Hasta mediados
de mayo de 2016, se habían contabilizaron 19 casos de transmisión en territorio
argentino, 18 de ellos en la provincia de Tucumán.
La infección
por virus del Zika produce síntomas
similares a los del dengue, aunque se agrega, en algunos casos, una
conjuntivitis no purulenta y solo uno
de cada cuatro o cinco infectados presenta manifestaciones clínicas.
En febrero de
2016, la OMS declaró a la infección una Emergencia de Salud Pública
Internacional, con base en la dinámica de la expansión del virus y en las
fuertes sospechas –luego ratificadas– de que se asocia con dos complicaciones severas: la microcefalia congénita (cráneo
de tamaño menor del normal en los recién nacidos cuando la madre contrae la
enfermedad durante el embarazo) y
el síndrome de Guillain-Barré, una alteración neurológica
autoinmune que produce debilidad de los miembros y parálisis temporaria.
Por el riesgo
que implica la exposición al virus durante el embarazo y porque, a diferencia
de los otros virus, el del Zika se transmite por vía sexual, además de las
medidas de protección contra el mosquito las personas que hayan viajado a zonas
endémicas deben usar preservativos para evitar la infección por esa vía.
Chikungunya
“Hombre que se dobla” es el significado de chikungunya en idioma makonde,
hablado en el sureste de Tanzania y en el norte de Mozambique. El término ahora
designa a una infección viral que, además de síntomas como fiebre alta y
cefaleas, produce fuertes dolores
en las articulaciones y lleva a los enfermos a adoptar una postura encorvada.
Son artralgias
que le impiden al paciente hacer actividades cotidianas tan simples como
vestirse. Es más frecuente que
afecte a los tobillos, a las muñecas y a las articulaciones pequeñas de la
mano, aunque también puede involucrar a las rodillas, a los hombros y a la
columna vertebral. Por lo general, la afección e incapacidad ceden
por completo en hasta tres semanas, pero hasta 3 de 10 pacientes pueden tener
secuelas a largo plazo. También puede haber manifestaciones atípicas, entre
ellas, encefalitis, miocarditis o inflamación de la membrana que recubre los
pulmones.